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Foto del escritorCalú

La Compañía de un Ángel




Desde muy chico era muy apegado a mi madre, éramos muy buenos amigos, cómplices y confidentes. Eran años maravillosos llenos de muchos aprendizajes, alegrías y gratas experiencias. Pero el tiempo fue pasando y los años empezaron a transcurrir dejando huella en el camino, con deterioros y normales achaques en mi madre.


Al igual, seguía al pie de ella siempre y en todo lugar. Recuerdo bien que al acompañarla, en ese entonces durante los planes de controles, chequeos médicos, visitas a las clínicas, vueltas y largas filas para pedir autorizaciones o medicamentos o a los lugares donde tenía que hacerse constantes exámenes, veía siempre que las personas estaban muy bien acompañadas, por lo que mi objetivo de custodiar siempre a mi madre se me volvió una prioridad.


Personas que asistían a sus exámenes o procedimientos clínicos, respaldadas por familiares o allegados, hacían que yo viera a los acompañantes en esos lugares como ángeles y eso era lo que yo quería ser para mi madre, un verdadero ángel.


Ya entrando en detalle y analizando un poco más el tema, podrían ser sencillamente buenos individuos que estaban brindando su compañía porque tenían algún grado de consanguinidad o afinidad.


Pero en mi cabeza quedó el recuerdo, de una dama muy distinguida que asistió a la clínica donde nos encontrábamos nosotros para un examen médico que le iban a realizar a mi madre. A la entrada llegó un auto que se estacionó al frente, bajó el conductor, sacó del baúl unas muletas y le abrió la puerta a la distinguida señora, a la que le sostuvo una carpeta pesada con muchos documentos y le ayudó en todo.


En esa escena me sorprendió el trato digno y respetuoso con la dama, con muestras de cariño y para mi sorpresa no era un familiar. Era una persona contratada por la señora o por un familiar muy cercano, que cumplió muy bien ese papel de ángel, el cual yo mismo desempeñaba con mi madre.


Observé que dicho servicio irradiaba una imagen especial dando un estilo, porte y elegancia que solo una asistencia especializada puede brindar. Desde entonces me dejó marcado esa positiva imagen y pensé en la necesidad de contar con tal ayuda cuando no pudiera acompañar a mi madre.


EN LA ACTUALIDAD...


Pasados varios años conformé mi propio hogar, siempre con el objetivo primordial de convertirme en un ángel para cada uno de los miembros de mi familia, aunque limitado por el tiempo que demanda mi trabajo.


Tengo un hijo de 8 años que, desde su nacimiento, sufre de una desconocida y progresiva enfermedad, que hasta el momento no tenía curación conocida. Pero, cierto día después de una larga gira de trabajo recibimos la llamada del Doctor que lo atiende para informarnos que la cura de la enfermedad de mi hijo había aparecido, mediante la aplicación de un tratamiento muy especializado, controles y terapias que arrojan excelentes resultados y positiva mejoría en la salud de mi hijo y la de los demás que sufren la enfermedad.


No obstante, nos comenta el Doctor, dicho tratamiento y terapias no se realizan en el país en que resido por lo que es necesario viajar a otro país.


A través de los años hemos aprendido con mi esposa a sobrellevar la enfermedad y ahora felizmente su reciente proceso de curación. Hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance con el fin de mejorar la calidad de vida de nuestro hijo y así como acompañé a mi madre hoy lo quiero hacer con mi hijo, pero por motivos insalvables de trabajo, tanto míos como de mi esposa, se nos dificulta brindar esa necesaria compañía. En ese instante llegó a mi mente el recuerdo del acompañamiento a la distinguida señora y supe que esa era la solución ideal para que acompañaran en su tratamiento a una de las personas más importantes de mi vida como lo es mi hijo.


Ahora es él quien recibe y goza de toda esa atención, ayuda, protección y apoyo con un servicio personalizado de calidad, brindándole toda la seguridad y confort, necesarios en sus tratamientos médicos. Además, nosotros contamos con la seguridad y confianza que nuestro hijo se encuentra en muy buenas manos, de las personas indicadas que lo tratan con verdaderas manifestaciones de cariño, respeto y amor como si fueran el ángel que siempre quise ser para acompañar a un ser querido en los momentos difíciles de una enfermedad.

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